LOCO
Sus ojos, penetrantes, la fijeza de su mirada, aquella profundidad…me lo tomé como un juego, pero me inquietaban, aunque mantuve la mía. Era un desafío, y no me gusta dejarme vencer por ellos, seguí sin miedo aquella fuerza de la naturaleza y me costó el alma. Un día vi una foto, la mirada fija, de ido, de persona enajenada y me entristecí, parecía Mefistófeles vestido de dandy. Cuando le vi por última vez su mirada estaba tras unos lentes, unas gafas amorosas le dulcificaban el fulgor demoníaco de sus ojos. Yo le amaba.
TERROR
Los ojos le salían de las órbitas, su carita de desvalimiento me suplicaba con la mirada que la ayudara, sangraba; pálida y trémula su boca hacía un mohín. No pestañeaba, las pupilas se dilataban velozmente de forma inversamente proporcional a su incapacidad de articular palabras. El sufrimiento, el miedo y el terror estaban marcados a fuego en su rostro.
DESEO
La sonrisa de sus seductores ojos era una invitación al acercamiento, aquella mirada de seda y desafiante terciopelo sugería un después con alicientes y juegos de piel con piel. Era una mirada alentadora, no lasciva, evocadora, ávida con mesura. El justo placer para iniciar una sesión de sexo suave, largo y sensual. Sin arrebatos. Lentamente, colmando el deseo con placidez, totalmente.
INDIFERENCIA
En su rostro tan sólo encontrabas una hierática mirada sin expresión, no distinguías ni placer, ni disgusto, era imposible discernir qué se escondía tras aquella inexpresión, probablemente le daba exactamente igual una cosa u otra. Era de lo más desconcertante. No había guía ni manual de instrucciones para desencriptar aquellos ojos. Parecía un código para espías. La nada: ésa era su expresión.
TERNURA
Y él la miro con ojos dulces, como una caricia, como si fuera una niña pequeña y no una mujer. La emoción se transparentaba en ellos, hacía que se achinaran…por su ingenuidad genuina, por su virginidad emocional. Un alma pura, le parecía mentira que a su edad, aún pudiera mantenerse tan límpida y su ternura reflejaba ese amor pequeño y profundo que se siente hacia un niño.
APROBACIÓN
Con su mirada apoyaba sus palabras, sus gestos, incitaba su posición ante el discurso, como quien no quiere la cosa. Quizá era algo estudiado, pero efectivo. Daba la sensación de seguridad al titubeante interlocutor, asentía con sus ojos hasta en las ideas más peregrinas. Ayudaba a salir del pozo con aquel anzuelo visual que se tornaba amarra y amarre, pilar y noray para la maroma que unía sus ojos a su interlocutor.
COMPLICIDAD
Chispeaban risueños, eran felices de verse reflejados y comprendidos en otros ojos juguetones y asertivos. Los párpados entrecerrados seguían a los labios en una leve sonrisa de aquiescencia. ¡Qué gozada! Esa inmersión en el lago de tus ojos cuando me sumergía en la emoción, en la certeza del disfrute sin palabras. ¡No hay nada mejor!
DESAPROBACIÓN
El rictus de tragedia griega dominaba su rostro, las comisuras levemente dirigidas hacia abajo, el orbicular contracturado ligeramente, una mirada fría con la negación pintada en la pupila nos mostraba el desapego hacia sus actos, su desaprobación. No daba margen a la duda, a la explicación o al diálogo. La cerrazón de su decisión era inamovible. Sus ojos no daban margen al equívoco.
SOSPECHA
Salían interrogantes como flechas de sus pupilas, sus achinados párpados escudriñaban los ojos de ella con la sospecha de quien se sabe engañado, de quien teme serlo. La tristeza se mezclaba con la duda y ésta se enroscaba con el dolor del recuerdo, otra vez. La mentira en un hipócrita es consustancial a su ser, ex profesa, defensiva. Ineludible.